Nos creemos que vamos a heredar la vida…
Y no nos damos cuenta de que la vida no se hereda.
La vida… se entrega.
Se entrega a cada instante, a cada paso.
En cada mirada, en cada silencio.
La vida no es un derecho: es un regalo fugaz.
Y tú, mientras hablas por teléfono en el metro,
mientras te quejas del jefe, del calor, del tráfico…
te estás perdiendo lo único que sí tienes: este segundo.
Este instante donde respiras.
Donde puedes elegir.
Donde puedes agradecer.
Heredar la vida… qué arrogancia.
Como si la eternidad nos debiera algo.
La vida se nos da.
Pero nosotros tenemos que merecerla.
No con esfuerzo.
Sino con presencia.
Estás vivo…
¿pero estás viviendo?