Lo humano busca lo que quiere y acude a lo divino como quien hojea un catálogo: “dame esto, resuélveme aquello”.
Cree que los dioses son guardianes de sus caprichos.
Pero la divinidad no se revela cuando la buscas con la mentalidad del Yo.
Se revela cuando vas sin pedir, sin esperar que alguien tape tu vacío.
Cuando te atreves a soltar la mente y descubres que, en realidad, no necesitas nada.
Entonces aparece otra lógica:
No la de los templos de piedra ni las doctrinas que otros levantaron,
sino la de la cima de la montaña.
La cima donde habita lo imposible, donde Shiva enseña a escuchar.
Escuchar el ruido que parece molesto.
Escuchar la verdad que no quieres oír.
Escuchar incluso la cabeza que no quieres cortar.
Allí, lo que parecía muro se convierte en puerta.
Allí, lo que dolía revela la semilla de lo nuevo.
Allí, lo divino deja de ser promesa y se vuelve presencia.
Y suele ser justo cuando te crees más desdichado, más olvidado, más al límite.
No es olvido: es la invitación a atravesar la frontera y regresar a casa.
✨ Lo que parecía un muro era, en verdad, la puerta que me devolvía a casa.